Fuentes, fundadoras de la ciudad

La historia de las ciudades está condicionada, en gran parte, por el agua. Su disponibilidad, calidad, cantidad y salubridad son elementos esenciales para el establecimiento definitivo de una población. A través del agua se puede conocer gran parte del pasado de los lugares, entender su presente y pensar su futuro. ¿Cómo se fue haciendo Montevideo desde sus aguas subterráneas?

En 1701 los portugueses vieron estas tierras como un lugar estratégico para fundar una ciudad: la ubicación era buena y tanto el puerto como la bahía les resultaron llamativos. Cuando descubrieron que en el territorio no había agua para consumo o producción desistieron, como menciona Rafael Schiaffino en su texto Las fuentes en Montevideo colonial, publicado en 1937.

Hoy se sabe que el proceso fundacional de Montevideo, dice Nicol De León, antropóloga especializada en estudios de Montevideo colonial, llevó seis años de 1724 a 1730, en parte por la falta de agua, es imposible fundar una ciudad sin ella.

En 1724 los portugueses, que habían construido la primera fuente e intentado establecerse de nuevo, no pudieron con las fuerzas del militar Mauricio de Zabala, y el territorio cayó en manos de los españoles.

Los españoles ganaron una tierra que tenía, al menos, un recurso de agua potable, solucionaron el transporte de leña, se aseguraron la posibilidad de vivir y fundaron San Felipe y Santiago de Montevideo.

“Durante 140 años la ciudad se abasteció de agua de fuentes y cisternas”, afirma De León. Tras la fundación de San Felipe y Santiago, extraer agua subterránea era la única opción viable, ya que no existía agua potable superficial, ni forma de recolectar agua de lluvia. Aunque no hay relevamientos arqueológicos que lo confirmen, explica De León, se entiende a nivel profesional que el agua de las fuentes era utilizada tanto para producción como para consumo.

Como consecuencia, se construyeron varias fuentes en distintos puntos, que determinaron la distribución de la ciudad y funcionaron, según la antropóloga Virginia Mata en su texto El agua a través de su materialidad, “como elemento articulador del paisaje, destino ineludible de los primeros caminos, semantizando el territorio con fuerte impronta social”.

 Lo que queda de aquellas épocas son registros escritos y planos que han ayudado a las personas profesionales a investigar y reconstruir el proceso fundacional y la época colonial del sitio de Montevideo.

La planta de las fuentes podía ser rectangular o cilíndrica y algunas se tapaban con bóvedas, afirma De León, “para no contagiar enfermedades, asegurar el agua en caso de ataque y protegerla del enemigo”. Se construían con ladrillos unidos con argamasa cal, cemento, arena y agua— y tenían aberturas para la extracción.

Era conveniente que las fuentes “fueran más profundas que anchas para evitar la evaporación y mantener uniforme la temperatura del agua”, señala la antropóloga Virginia Mata en El agua a través de su materialidad.

Según el registro histórico recogido por Schávelzon y Silveira en 1998, el trabajo de cavado de los pozos lo hacían los “poceros”: primero, esclavos africanos, luego, “negros libres”.

Quien camine por la intersección de las calles Piedras y Juncal, en Ciudad Vieja, verá el local de una marca de autos, una plaza, un estacionamiento abierto y una terminal de ómnibus. También estará pisando sobre el lugar donde se construyó la primera fuente de San Felipe y Santiago. De hecho, la calle Piedras antes se llamaba “calle de la Fuente”, según recoge Schiaffino en su texto de 1937. Esta fuente permitía recolectar el agua que surgía del manantial que corría por la actual calle 25 de mayo.

Pero una fuente dejó de ser suficiente. Por suerte para quienes habitaban la ciudad: “La riqueza de las aguas dulces subterráneas permitía abrir nuevas fuentes cuando el caudal de una disminuía”, como aseguró Aurora Capillas de Castellanos en 1971 en Montevideo en el siglo XVIII. 

Cuando el ingeniero Felipe Cardoso tomó el mando del sitio, en la década de 1740, decidió achicar el territorio, llevando las murallas desde las inmediaciones de la actual calle Río Negro hacia la zona que hoy se conoce como Ciudad Vieja. En consecuencia, las fuentes quedaron extramuros. De nuevo, el sitio no poseía agua subterránea en su interior. Así que se crearon nuevas fuentes dentro. 

No son absolutamente precisos los datos sobre las fechas de construcción de las distintas fuentes o cuántas había. Se estima que eran mínimo 9, según datos cartográficos e iconográficos. Fueron construyéndose a lo largo de los años dentro y fuera del sitio. Cuando una se agotaba, otra se abría. El agua que extraían venía o de la Quebrada de los Manantiales, ubicada en la esquina del Teatro Solís con Juncal, o del arroyo de Canarias. 

Listado de fuentes:
  • La “primera fuente”, situada en las actuales calles Piedras y Juncal.
  • Fuente de Mascareñas o Mascareño, situada en la misma calle, en las proximidades de la primera. Era abovedada. Agua de la Quebrada de los Manantiales.
  • Fuente Salada, situada en Zabala entre Sarandí y Buenos Aires. Agua de la Quebrada de los Manantiales.
  • Fuente de la Cruz, situada en la misma calle y muy próxima a la fuente de Mascareñas. Era abovedada. Agua de la Quebrada de los Manantiales.
  • Fuente de San José. Creada tras achicar el sitio para que hubiera agua dentro. Situada en Guaraní y Cerrito. Agua de la Quebrada de los Manantiales.
  • Fuente del Puerto. También creada tras achicar el sitio, en Treinta y Tres y Piedras.
  • Fuente de Canarias. Actual calle Paraguay. Agua del arroyo de Canarias.
  • Fuente Mayor. Situada donde hoy se encuentra el Palacio Taranco, sobre la calle 25 de mayo. Agua de la Quebrada de los Manantiales.
  • Fuente del Sur. Situada en las calles Treinta y Tres y Piedras. Agua de la Quebrada de los Manantiales.

Las fuentes eran responsabilidad de la ciudadanía. El Cabildo llamó a la gente, en 1730, según Schiaffino, a “alegrar y limpiar las fuentes”. Todas las personas que vivían en el sitio debían conseguir agua de la misma fuente, ir hasta allí a recogerla, y era responsabilidad de cada quien mantenerla en condiciones.

La riqueza del agua subterránea y su importancia hizo que varios vecinos comenzaran a abrir pozos por su cuenta en los terrenos que poseían, cerca del arroyo de Canarias, una zona con abundante agua.

En 1768 hubo una gran epidemia, que en 1770 se dictaminó que había sido causada por la calidad del agua extraída de la entonces llamada “Fuente Mayor”, construida a pedido del ingeniero Cardoso dentro del sitio en las proximidades de la Plaza. Esto supuso un quiebre social, porque se creía que las enfermedades se transmitían por el aire y no por el agua, elemento en el que todas las personas confiaban. “Hay que entender la historia en su contexto”, asegura De León.

Durante este período se comenzó a extraer agua también del arroyo de Canarias, además de la Quebrada de los Manantiales. Según el militar Diego Alvear dejó constatado en documentos oficiales, la gente prefería el agua de las fuentes que extraían agua subterránea proveniente de Canarias porque era “cristalina” aunque escasa, y porque era “delgada, digestiva y nutritiva”.

Aguateros

De León señala que el agua era, por las normas indianas, un bien de realengo, es decir, pertenecía al Rey. Este disponía de ella y la vendía a la población que la recibía gracias al servicio de los aguateros.

Los aguateros debían transportarse en carretas muy pesadas, tiradas por bueyes que destruían las calles, recoger agua suficiente y volver. Hacían varios viajes al día. Llegaban a la fuente, ingresaban y comenzaban a recolectarla hacia la superficie.

A fines del siglo XVIII los aguateros, por falta de pago del Rey, decidieron hacer una huelga, la primera registrada en el territorio. Su dificultoso trabajo y la esencialidad que implicaba ser los encargados de extraer el agua y llevarla a la población, los amparaba. Eran, por el alto precio que cobraban ignorando las determinaciones de la Corona, concebidos como personas en las que no se podía confiar. 

Imágenes 1, 2 y 4: plano de Montevideo, estructura de las fuentes, aguatero (Schiaffino, Las fuentes de Montevideo, 1937).

Imagen 3: plano de la plaza del sitio (Mata, Arrabaruena, Gallardo, Gamas y Ottati, El agua a través de su materialidad, 2015).